Morelia, Michoacán; 31 de octubre de 2022.- Este domingo me fui a recorrer los rumbos de las imaginerías del arte popular de Capula, Michoacán, donde año con año se realiza la Feria Nacional de La Catrina desde hace una década. Qué mundo tan fantástico, fabuloso y subyugante. Uno va de sorpresa en sorpresa por la diversidad de propuestas de catrinas, porque los lugareños juegan y sueñan sin más limites que su inventiva y habilidad para crear figuras de arcilla y para colorearlas.
De suyo se puede hablar de dos tipos de artistas populares, de los que modelan las figuras, es decir de aquellos que las elaboran, los que luego de meterlas al horno las sacan y se las entregan a los coloristas, esos hombres y mujeres que utilizan principalmente pintura acrílica para darles vida y festividad a la mayoría, aunque a muchas solamente las pintan de un negro intenso, profundo y parco, “porque esas las compran mucho los extranjeros, principalmente los que vienen de Estados Unidos y Canadá”, precisó don Jesús Diosdado, lugareño orgulloso de su tradición.
Fui de taller en taller, de expendio en expendio, de satisfacción en satisfacción por la enorme variedad de propuestas, en virtud de que de la tradicional Catrina, la garbancera que realizó José Guadalupe Posada en su taller de grabado que tuvo a finales del siglo XIX y principios del XX en la capital del país, misma que pintó de cuerpo entero Diego Rivera en su mural de “Sueño de Domingo en la Avenida Central”, y a la que el artista moreliano universal Juan Torres le dio trimedincionalidad hace cuatro décadas, los artistas populares anónimos la han dimensionado a infinidad de propuestas excepcionalmente hermosas.
De suyo ya no sólo es la Catrina, porque desde hace varios años también hacen el Catrín. Ambos esqueléticos, ya como figura individual, ya como pareja festiva que baila, canta, se emborracha y se va de farra, trabaja, se entristece, enamora y se la vive en una eterna fiesta. Hay propuestas para todos los gustos y para todos los bolsillos, desde las pequeñas y sencillas que no cuestan más de diez pesos, hasta las grandes y muy elaboradas que tienen precios más allá de los dos mil y tres mil devaluados pesos.
La Feria Nacional de La Catrina inició el pasado 22 de octubre y concluirá el 6 de noviembre, por lo que todavía hay tiempo para visitar Capula, una de las 14 tenencias del Municipio de Morelia, ubicada a escasos 25 minutos por la carretera que va a la ciudad de Quiroga. Ayer domingo acudió a ese mundo de la Catrina y el Catrín una multitud de miles y miles de personas que llegaron de esta ciudad que el Generalísimo Morelos calificó como el Jardín de la Nueva España, de todo Michoacán, el país y del extranjero.
Multitud que además de maravillarse y adquirir catrinas y catrines le dio gusto al paladar porque a la par de la feria que aquí nos ocupa, también hay exposición y venta de antojitos mexicanos realizados por cocineras del lugar y de los alrededores que le dan el toque tan especialmente mexicano a su sazón personal. Vaya, la Feria Nacional de la Catrina es un mundo al que hay entrar para maravillarse sin cortapisas ni dobleces. Así sea.